Finalmente llegué sana y salva (y tarde) al lugar del encuentro.Todos ya habían colocado las bicis en los soportes de los autos. Por suerte quedaba un espacio para la mía...y debo reconocer que me dio otro ataque de risa al constatar el estado deplorable de mi bici en comparación a las del resto...lo bueno es que no iba a ser necesario dar demasiadas explicaciones del motivo de mi iniciación.
domingo, 23 de septiembre de 2007
Debuts y despedidas
Finalmente llegué sana y salva (y tarde) al lugar del encuentro.Todos ya habían colocado las bicis en los soportes de los autos. Por suerte quedaba un espacio para la mía...y debo reconocer que me dio otro ataque de risa al constatar el estado deplorable de mi bici en comparación a las del resto...lo bueno es que no iba a ser necesario dar demasiadas explicaciones del motivo de mi iniciación.
jueves, 20 de septiembre de 2007
Lo que vale es la intención...
Y de postre...flan.
Digamos que lo único reconocible es el dulce de leche.
lunes, 17 de septiembre de 2007
Trecking en el Mont Rougemont
Bajamos bordeando un campo de manzanos, a lo lejos se podían ver los silos y depositos, como el sol estaba cayendo, los colores eran muy intensos..una postal.
Aquí la casa de uno de los guías, vive frente al monte. Según nos contó, era la casa del padre y él la refaccionó. Me quedé fascinada, porque era super simple, pero con unos ventanales enormes desde los que se podía ver el monte, el campo, el cielo...un sueño.
viernes, 14 de septiembre de 2007
Se fue el loro!
Una de las alternativas cuando se pierde una mascota es poner carteles en la cuadra para alertar a nuestros vecinos. En el caso de los gatos, sabemos que son animales independientes, aventureros, que por defender la honra o por atraer los encantos de una gata son capaces de abandonarnos sin ninguna culpa, pero el final de la proeza suele traerlos de nuevo a los pies de la cama.
En el caso de los perros, las huidas son más bien producto del impulso, del arrebato irracional que genera el olor de un bife, el cotorreo de una paloma, la pulsión de la amistad espontánea con los transeúntes. En fin, un rapto de locura que lo deja desvalido y lo vuelve rápidamente conciente de su traición.
Pero cuando se trata de un loro, me pregunto, por qué se escapa un loro?...simplemente, "se voló, pibe!" nos dan ganas de decirle a nuestro vecino... Pero bueno, algunos nunca pierden la esperanza..
martes, 11 de septiembre de 2007
Amores difíciles
A menudo los dos ruidos, el sonido del despertador y los pasos de él al entrar, se superponían en la mente de Elide, alcanzándola en el fondo del sueño, ese sueño compacto de la mañana temprano que ella trataba de seguir exprimiendo unos segundos con la cara hundida en la almohada. Después se levantaba repentinamente de la cama y ya estaba metiendo a ciegas los brazos en la bata, el pelo sobre los ojos. Elide se le aparecía así, en la cocina, donde Arturo sacaba los recipientes vacíos del bolso que llevaba al trabajo: la fiambrera, el termo, y los depositaba en el fregadero. Ya había encendido el calentador y puesto el café, se esforzaba por abrir bien los ojos, como si cada vez se avergonzase un poco de esa primera imagen que el marido tenía de ella al regresar a casa, siempre tan en desorden, con la cara medio dormida. Cuando dos han dormido juntos es otra cosa, por la mañana los dos emergen del mismo sueño, los dos son iguales.
En cambio a veces entraba él en la habitación para despertarla con la taza de café, un minuto antes de que sonara el despertador; entonces todo era más natural, la mueca al salir del sueño adquiría una dulzura indolente, los brazos que se levantaban para estirarse, desnudos, terminaban por ceñir el cuello de él. Se abrazaban. Arturo llevaba el chaquetón impermeable; al sentirlo cerca ella sabía el tiempo que hacía: si llovía, o había niebla o nieve, según lo húmedo y frío que estuviera. Pero igual le decía "Qué tiempo hace?" y él empezaba como de costumbre a refunfuñar medio irónico, pasando revista a los inconvenientes que había tenido, empezando por el final: el recorrido en bicicleta, el tiempo que hacía al salir de la fábrica, distinto del que hacía la noche anterior al entrar, y los problemas en el trabajo, los rumores que corrían en la sección, y así sucesivamente.
A esa hora la casa estaba siempre mal caldeada, pero Elide se había desnudado completamente, temblaba un poco y se lavaba en el cuartito de baño. Detrás llegaba él, con más calma, se desvestía y se lavaba también, lentamente se quitaba de encima el polvo y la grasa del taller. Al estar así los dos juntos al mismo lavabo, medio desnudos, un poco ateridos, dándose algún empellón, quitándose de la mano el jabón, el dentrífico, y siguiendo con las cosas que tenían que decirse, llegaba el momento de la confianza, y a veces, frotándose mutuamente la espalda, se insinuaba una caricia y terminaban abrazados.
Pero de pronto Elide:
- Dios mío! Qué hora es ya?- y corría a ponerse el portaligas, la falda, a toda prisa, de pie, y con el cepillo, yendo y viniendo por el pelo, y adelantada la cara hacia el espejo de la cómoda, con las horquillas apretadas entre los labios. Arturo la seguía, encendía un cigarrillo, y la miraba de pie, fumando, y siempre parecía un poco incómodo por verse allí sin poder hacer nada. Elide estaba lista, se ponía el abrigo en el pasillo, se daban un beso, abría la puerta y ya se la oía bajar corriendo las escaleras.
Arturo se quedaba solo. Seguía el ruido de los tacones de Elide peldaños abajo, y cuando dejaba de oirla, la seguía con el pensamiento, los brincos veloces en el patio, el portal, la acera, hasta la parada del tranvía. El tranvía, en cambio, lo escuchaba bien: chirriar, pararse, y el golpe del estrivo cada vez que subia alguien. "Lo ha atrapado", pensaba, y veía a su mujer agarrada entre las multitudes de obreros y obreras al "once", que la llevaba a la fábrica como todos los días. Apagaba la colilla, cerraba los postigos de la ventana, la habitación quedaba a oscuras, y se metía en la cama.
La cama estaba como la había dejado Elide al levantarse, pero a su lado, el de Arturo, estaba casi intacta, como si acabaran de tenderla. El se acostaba de su lado, como corresponde, pero después estiraba una pierna hacia el otro, donde había quedado el calor de su mujer, estiraba la otra pierna, y así de a poco se desplazaba hacia el lado de Elide,a aquel nicho de tibieza que conservaba todavía la forma del cuerpo de ella, y hundía la cara en su almohada, en su perfume, y se dormía.
Cuando volvía Elide por la tarde, Arturo hacía un rato que daba vuelta por las habitaciones: había encendido la estufa, puesto algo a cocinar. Ciertos trabajos los hacía él, en esas horas anteriores a la cena, como hacer la cama, barrer un poco, y hasta poner en remojo la ropa para lavar. Elide encontraba todo mal hecho, pero a decir verdad no por ello él se esmeraba más: lo que hacía era una especie de ritual para esperarla, casi como salirle al encuentro aunque quedándose entre las paredes de la casa, mientras afuera se encendían las luces y ella pasaba por las tiendas en medio de esa animación fuera del tiempo de los barrios donde hay tantas mujeres que hacen la compra por la noche.
Por fin oía los pasos por la escalera, muy distintos a los de la mañana, ahora pesados, porque Elide subía cansada de la jornada de trabajo y cargada con la compra. Arturo salía al rellano, le tomaba de la mano la cesta, entraban hablando. Elide se dejaba caer en una silla de la cocina, sin quitarse el abrigo, mientras él sacaba las cosas de la cesta. Después:
- Arriba, un poco de coraje- decía ella, y se levantaba, se quitaba el abrigo, se ponía ropa de estar por la casa. Empezaban a preparar la comida: cena para los dos, después la merienda que él se llevaba a la fábrica para el intervalo de la una de la madrugada, la colación que ella se llevaría a la fábrica al día siguiente, y la que quedaría lista para cuando él se despertara por la tarde.
Elide a ratos se movía, a ratos se sentaba en la silla de paja, le daba indicaciones. El, en cambio, era la hora en que estaba descansado, no paraba, quería hacerlo todo, pero siempre un poco distraído, con la cabeza ya en otra parte. En esos momentos a veces estaban a punto de chocar, de decirse unas palabras hirientes, porque Elide hubiera querido que él estuviera atento a lo que ella hacía, que pusiera más empeño, o que fuera más afectuoso, que estuviera más cerca de ella, que le diera más consuelo. En cambio Arturo, después del primer entusiasmo porque ella había vuelto, ya estaba con la cabeza fuera de casa, pensando en darse prisa porque tenía que marcharse.
La mesa puesta, con todo listo y al alcance de la mano para no tener que levantarse, llegaba en el momento en que los dos sentían la zozobra de tener tan poco tiempo para estar juntos, y casi no conseguían llevarse la cuchara a la boca de las ganas que tenían de estarse allí tomados de las manos.
Pero todavía no había terminado de filtrarse el café y él ya estaba junto a la bicicleta para ver si no faltaba nada. Se abrazaban. Parecía que sólo entonces Arturo se daba cuenta de lo suave y tibia que era su mujer. Pero cargaba al hombre la barra de la bici y bajaba con cuidado la escalera.
Elide lavaba los platos, miraba la casa de arriba a abajo, las cosas que había hecho su marido, meneando la cabeza. Ahora él corría por las calles oscuras, entre los escasos faroles, quizás ya había dejado atrás el gasómetro. Elide se acostaba, apagaba la luz. Desde su lado, corría una pierna hacia el lugar de su marido buscando su calor, pero advertía cada vez que donde ella dormía estaba más caliente, señal de que también Arturo había dormido allí, y eso la llenaba de una gran ternura."
Italo Calvino
domingo, 9 de septiembre de 2007
Feriado en el Mont Royal
Acá el día del trabajo es el 3 de septiembre. Este año fue lunes, y con Grazia aprovechamos para ir a entrenarnos (..bueno, a caminar) al Mont Royal, que es el mirador de la ciudad, el bosque, el escape..todo eso.
Canal Lachine
El domingo fui a pasear en bici por el Viejo Puerto y el Canal Lachine, ac algunas de las fotos.
sábado, 1 de septiembre de 2007
Cumpleaños de Grazia
Hoy 31 de agosto fue el cumple de Grazia, fuimos a jugar al pool (por supuesto no emboqué ninguna). Después nos fuimos a tomar algo a un bar..y el disck jockey puso esta canción!! (..de la peli sobre Edith Piaf, y que suena cuando ella se encuentra con quien será su amor, Marcel).
Así se llama "Qué es lo que esperamos para ser felices?"..eso!!