domingo, 23 de septiembre de 2007

Debuts y despedidas

Por aquí, ni día del estudiante, ni primavera, ni pic-nic, ni "rasguña las piedras". Por aquí sólo el fin del verano, que se está despidiendo dejándonos lo mejor para los bises. Estos últimos días fueron lindísimos, nunca más de 25 grados, sol y cielo azul, y el deseo de que no termine nunca, como los buenos recitales. Pero, debo reconocer que estoy contenta de que falte menos para el invierno, porque hay tanto aún por descubrir en los "interiores", tengo ganas de volver a apretujarme en los cafés, en el subte...si, en invierno lo que sobra acá es calor humano!

Pero bueno, aprovechando los últimos días del verano, este sábado la propuesta de mi grupo de aire libre fue bicicleta por la bicisenda de "Pointe des Cascades", en la región de Montéregie, al suroeste de Montréal, un trayecto de aprox. 45 kilómetros. Tenía un poco de temor porque nunca hice tanta distancia de una sola vez...pero me pone contenta poder decir que todavía hay muchas cosas en las que soy debutante!

Mi periplo comenzó a las 8hs, armé la mochila (esta vez con la comida para el almuerzo, agua, un cambio de ropa por las dudas de que nos agarrara la lluvia, camperita impermeable, y cámara de fotos), agarré el casquito rojo, la bici y partí. Hasta las 10 de la mañana se puede meter la bici en el subte, lamentablemente no es posible evitar las escaleras, por lo que termina siendo un poco temerario...Y peor si en pleno descenso por las escalinatas uno se encuentra con un señor, parado inmóvil en la mitad del trayecto, y que a nuestro pedido de "Disculpe, pero estoy bajando con la bicicleta", nos responde "no, correte vos" y ante nuestra negativa so pena de morir rodando, nos termina insultando...a lo que mi sangre vasca respondió "calis, tabernac" que en quebecois quiere decir "la p..que te parió". Al final, me empecé a reir pensando en lo poco efectivo que debe haber resultado repetir una lista de insultos a la manera de una prenda de "Feliz Domingo", la próxima vez creo que insultaré en castellano para responder con más convicción y de paso, evitar la paliza!


Finalmente llegué sana y salva (y tarde) al lugar del encuentro.Todos ya habían colocado las bicis en los soportes de los autos. Por suerte quedaba un espacio para la mía...y debo reconocer que me dio otro ataque de risa al constatar el estado deplorable de mi bici en comparación a las del resto...lo bueno es que no iba a ser necesario dar demasiadas explicaciones del motivo de mi iniciación.

Después de 20 minutos de auto, llegamos.



Anécdota del viaje: me tocó ir con un tal Dominique, una especie de "Koyac" más joven, que para que yo entrara en el asiento de adelante estuvo 15 minutos corriendo cajas y papeles. Promediando el viaje, era claro que nuestra conversación no estaba resultando muy fluida, actividad que yo tampoco promuevo demasiado dado que en québecois mi tasa de emisión es de 5 en 100.000. Ante tal evidencia, no se le ocurrió mejor idea que decirme "llamala a mi mamá que le encanta hablar en español". Dado que mi dia ya había empezado difícil y que no tenía ganas de salir disparada del auto en medio de la ruta, acepté su propuesta sin más reclamos, pensando para mis adentros "qué ganas tendrá de hablar esta pobre señora con alguien que no conoce". Cuestión que 9.10hs de la mañana, en medio de la ruta, me encontré hablando con Regina, que por suerte hablaba muy claro y era muy simpática. Regina me contó que hacía varios años que tomaba cursos de español, y que trabaja como voluntaria dando clases de apoyo a chicos colombianos, la mayoría de ellos hijos de refugiados, que viven en su ciudad, Granby. Me contó que hace un tiempo conoció a una argentina, que los argentinos que migran no son refugiados, y que muchos ya saben francés porque estudian en la alianza francesa...que le encanta hablar en español aunque le cuesta un poco más entender, pero le dije que no, que hablaba perfecto. Y ahí la comunicación del celular se cortó. Dominique volvió a llamarla, y le prometió que iba a ir a visitarla al día siguiente. Y finalmente, habiendo constatado que realmente yo era argentina, me preguntó donde quedaba "Santa Fe", porque le encantan los autos, "como a Lole Reuteman que fue gobernador, y a Fangio, lástima que desde 1997 ya no se hacen más carreras en Argentina". "Si", le contesté con voz de heroina, "mi novio de aquella época tuvo suerte porque yo le regalé para su cumple una entrada para esa carrera, que finalmente fue la última". Al final, encontramos tema de conversación con Dominique...porque los hombres son hombres en todos lados :-)

Al llegar fue muy lindo descubrir que la bicisenda bordeaba un canal, y luego un lago (el Saint François). En síntesis: puse el pie en el pedal y ya se había salido la cadena. A los 10 km, casi se me sale el neumático de la rueda trasera, por suerte uno de los guías me iba custodiando (se transformó en mi custodia personal...), lo desinfló, lo acomodó y finalmente volvió a su sitio ("creo que tendrías que cambiar las ruedas"me dijo) ...si, imposible no advertirlo con sólo mirarlas. Después de 17 km llegamos (si, yo también!) a este lugar, y almorzamos frente al lago.



Y yo, la de verde disfrazada de ciclista. Juré que nunca iba a salir en fotos con el casco, pero bueno, no se es un verdadero québecois sin casquito!!



Finalmente, retornamos al punto de partida, esta vez por una ruta (porque el guía pensó que había bici-senda bordeando el lago, pero lamentablemente no era así). Confieso que ese último tramo me costó un poco, porque mi bici no avanzaba!!, el asfalto estaba bastante malo...y todos pedaleaban demasiado rápido, tan rápido que creo que no tuvieron tiempo de mirar el paisaje de isla griega que nos acompañana. Realmente no esperaba encontrarme con algo así: costas, casas en barranca, un lago azul. Lamentablemente no pude sacar demasiadas fotos, aquí algunas pocas en uno de los descansos antes de terminar.








Lo bueno es que siempre es posible volver.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Lo que vale es la intención...

El martes cociné. Pero no hay caso, las empanadas no salen bien en el hemisferio norte!


...bueno, aunque se que este argumento no los convence demasiado, quiero dejar testimonio de que he hecho todo lo posible para que mis empanadas se parezcan en algo a lo que entendemos por "empanada" para que puedan ser llamadas por ese nombre, pero hay algo que no funciona: o el horno eléctrico, o las tapas, o la asadera...+ yo (el factor de error de toda ecuación siempre soy yo). Lo que no se ve en la foto es que están doradas (bueno..quemadas) de los dos lados porque del lado de abajo nunca se cocinan.

Y de postre...flan.



Digamos que lo único reconocible es el dulce de leche.
Como se imaginarán...me lo comí igual. No me envidian ni un poquito, no?...

lunes, 17 de septiembre de 2007

Trecking en el Mont Rougemont

El domingo tuve mi primera experiencia de trecking en Québec. Me recomendaron hace unas semanas un grupo que se llama "Oxygène" y que organiza este tipo de actividades durante el fin de semana. Hace dos semanas me había inscripto para hacer la primera caminata...pero como estaba anunciado lluvia no puse el despertador...y como suele suceder, al final el día resultó soleado. Esta vez, decidí ir cualquiera fuera la situación climática. Por supuesto el sábado llovió pero, por suerte, lo pasaron para el domingo..al final pude salir a la aventura!

Me reuní con toda la gente a la salida de una estación de subte. De allí, nos repartimos en diferentes autos y partimos para Rougemont, una localidad que queda en la región de Montéregie, al sureste de la isla de Montréal.

Este es el Mont Rougemont. Caminamos en total 16 km.



Una de las características de los québecois es que son super organizados...y eso implica, en el caso de las actividades al aire libre, disponer de TODO el equipamiento: bastones para caminar, anteojos, botas, cubre-pantorrilas, bebedor de agua (un cañito que sale de la mochila...para no-tener-que-perder-tiempo-buscando-la-botellita!), un silbato para no perderse, etc. etc. Como se podrán imaginar, yo era la más improvisada...tanto que ni siquiera me di cuenta de llevarme comida para el almuerzo (porque estaba anunciado una barbecue..y como yo no tenía idea de donde quedaba Rougemont, pensé que la bbc iba a ser al mediodía), por suerte la gente se apiadó de la pobre argentina..y me regalaron un sandwich.



Uno de los guías de la caminata tiene un perro que es primo de Otito...salvo que este es deportista. Se llama "Bill", hizo con nosotros todo el recorrido, lo que explica su estado atlético.


Otra vista del monte..

Bajamos bordeando un campo de manzanos, a lo lejos se podían ver los silos y depositos, como el sol estaba cayendo, los colores eran muy intensos..una postal.



Y finalmente, después de la caminata (y de comer algunas manzanas que robamos de los arbolitos)...llegó la ansiada barbecue..que acá no es asado sino pollo y salchichas...pero la verdad, no me rebelé y acepté el ofrecimiento. Por supuesto, todo el mundo había llevado su botellita de alcohol menos no..pero por suerte también fueron generosos!


Para terminar, les muestro algunos videos que tomé durante el recorrido, vale la pena asomarse un ratito a verlos, por momentos parece que estuviéramos en el sur, por momentos en Córdoba...muchos viajes al mismo tiempo. Y no, yo tampoco entiendo todo lo que dicen los québecois! pero son muy simpáticos.





Aquí la casa de uno de los guías, vive frente al monte. Según nos contó, era la casa del padre y él la refaccionó. Me quedé fascinada, porque era super simple, pero con unos ventanales enormes desde los que se podía ver el monte, el campo, el cielo...un sueño.




viernes, 14 de septiembre de 2007

Se fue el loro!

Starsky, el loro de un vecino, se fue...






Una de las alternativas cuando se pierde una mascota es poner carteles en la cuadra para alertar a nuestros vecinos. En el caso de los gatos, sabemos que son animales independientes, aventureros, que por defender la honra o por atraer los encantos de una gata son capaces de abandonarnos sin ninguna culpa, pero el final de la proeza suele traerlos de nuevo a los pies de la cama.

En el caso de los perros, las huidas son más bien producto del impulso, del arrebato irracional que genera el olor de un bife, el cotorreo de una paloma, la pulsión de la amistad espontánea con los transeúntes. En fin, un rapto de locura que lo deja desvalido y lo vuelve rápidamente conciente de su traición.

Pero cuando se trata de un loro, me pregunto, por qué se escapa un loro?...simplemente, "se voló, pibe!" nos dan ganas de decirle a nuestro vecino... Pero bueno, algunos nunca pierden la esperanza..

martes, 11 de septiembre de 2007

Amores difíciles

"El obrero Arturo Massolari hacía el turno de noche, el que termina a las seis. Para volver a su casa tenía un largo trayecto que recorría en bicicleta con buen tiempo, en tranvía los meses lluviosos e invernales. Llegaba entre las siete menos cuarto y las siete, a veces un poco antes, otras después de que sonara el despertador de Elide, su mujer.

A menudo los dos ruidos, el sonido del despertador y los pasos de él al entrar, se superponían en la mente de Elide, alcanzándola en el fondo del sueño, ese sueño compacto de la mañana temprano que ella trataba de seguir exprimiendo unos segundos con la cara hundida en la almohada. Después se levantaba repentinamente de la cama y ya estaba metiendo a ciegas los brazos en la bata, el pelo sobre los ojos. Elide se le aparecía así, en la cocina, donde Arturo sacaba los recipientes vacíos del bolso que llevaba al trabajo: la fiambrera, el termo, y los depositaba en el fregadero. Ya había encendido el calentador y puesto el café, se esforzaba por abrir bien los ojos, como si cada vez se avergonzase un poco de esa primera imagen que el marido tenía de ella al regresar a casa, siempre tan en desorden, con la cara medio dormida. Cuando dos han dormido juntos es otra cosa, por la mañana los dos emergen del mismo sueño, los dos son iguales.

En cambio a veces entraba él en la habitación para despertarla con la taza de café, un minuto antes de que sonara el despertador; entonces todo era más natural, la mueca al salir del sueño adquiría una dulzura indolente, los brazos que se levantaban para estirarse, desnudos, terminaban por ceñir el cuello de él. Se abrazaban. Arturo llevaba el chaquetón impermeable; al sentirlo cerca ella sabía el tiempo que hacía: si llovía, o había niebla o nieve, según lo húmedo y frío que estuviera. Pero igual le decía "Qué tiempo hace?" y él empezaba como de costumbre a refunfuñar medio irónico, pasando revista a los inconvenientes que había tenido, empezando por el final: el recorrido en bicicleta, el tiempo que hacía al salir de la fábrica, distinto del que hacía la noche anterior al entrar, y los problemas en el trabajo, los rumores que corrían en la sección, y así sucesivamente.

A esa hora la casa estaba siempre mal caldeada, pero Elide se había desnudado completamente, temblaba un poco y se lavaba en el cuartito de baño. Detrás llegaba él, con más calma, se desvestía y se lavaba también, lentamente se quitaba de encima el polvo y la grasa del taller. Al estar así los dos juntos al mismo lavabo, medio desnudos, un poco ateridos, dándose algún empellón, quitándose de la mano el jabón, el dentrífico, y siguiendo con las cosas que tenían que decirse, llegaba el momento de la confianza, y a veces, frot­ándose mutuamente la espalda, se insinuaba una caricia y terminaban abrazados.

Pero de pronto Elide:
- Dios mío! Qué hora es ya?- y corría a ponerse el portaligas, la falda, a toda prisa, de pie, y con el cepillo, yendo y viniendo por el pelo, y adelantada la cara hacia el espejo de la cómoda, con las horquillas apretadas entre los labios. Arturo la seguía, encendía un cigarrillo, y la miraba de pie, fumando, y siempre parecía un poco incómodo por verse allí sin poder hacer nada. Elide estaba lista, se ponía el abrigo en el pasillo, se daban un beso, abría la puerta y ya se la oía bajar corriendo las escaleras.

Arturo se quedaba solo. Seguía el ruido de los tacones de Elide peldaños abajo, y cuando dejaba de oirla, la seguía con el pensamiento, los brincos veloces en el patio, el portal, la acera, hasta la parada del tranvía. El tranvía, en cambio, lo escuchaba bien: chirriar, pararse, y el golpe del estrivo cada vez que subia alguien. "Lo ha atrapado", pensaba, y veía a su mujer agarrada entre las multitudes de obreros y obreras al "once", que la llevaba a la fábrica como todos los días. Apagaba la colilla, cerraba los postigos de la ventana, la habitación quedaba a oscuras, y se metía en la cama.

La cama estaba como la había dejado Elide al levantarse, pero a su lado, el de Arturo, estaba casi intacta, como si acabaran de tenderla. El se acostaba de su lado, como corresponde, pero después estiraba una pierna hacia el otro, donde había quedado el calor de su mujer, estiraba la otra pierna, y así de a poco se desplazaba hacia el lado de Elide,a aquel nicho de tibieza que conservaba todavía la forma del cuerpo de ella, y hundía la cara en su almohada, en su perfume, y se dormía.

Cuando volvía Elide por la tarde, Arturo hacía un rato que daba vuelta por las habitaciones: había encendido la estufa, puesto algo a cocinar. Ciertos trabajos los hacía él, en esas horas anteriores a la cena, como hacer la cama, barrer un poco, y hasta poner en remojo la ropa para lavar. Elide encontraba todo mal hecho, pero a decir verdad no por ello él se esmeraba más: lo que hacía era una especie de ritual para esperarla, casi como salirle al encuentro aunque quedándose entre las paredes de la casa, mientras afuera se encendían las luces y ella pasaba por las tiendas en medio de esa animación fuera del tiempo de los barrios donde hay tantas mujeres que hacen la compra por la noche.

Por fin oía los pasos por la escalera, muy distintos a los de la mañana, ahora pesados, porque Elide subía cansada de la jornada de trabajo y cargada con la compra. Arturo salía al rellano, le tomaba de la mano la cesta, entraban hablando. Elide se dejaba caer en una silla de la cocina, sin quitarse el abrigo, mientras él sacaba las cosas de la cesta. Después:
- Arriba, un poco de coraje- decía ella, y se levantaba, se quitaba el abrigo, se ponía ropa de estar por la casa. Empezaban a preparar la comida: cena para los dos, después la merienda que él se llevaba a la fábrica para el intervalo de la una de la madrugada, la colación que ella se llevaría a la fábrica al día siguiente, y la que quedaría lista para cuando él se despertara por la tarde.

Elide a ratos se movía, a ratos se sentaba en la silla de paja, le daba indicaciones. El, en cambio, era la hora en que estaba descansado, no paraba, quería hacerlo todo, pero siempre un poco distraído, con la cabeza ya en otra parte. En esos momentos a veces estaban a punto de chocar, de decirse unas palabras hirientes, porque Elide hubiera querido que él estuviera atento a lo que ella hacía, que pusiera más empeño, o que fuera más afectuoso, que estuviera más cerca de ella, que le diera más consuelo. En cambio Arturo, después del primer entusiasmo porque ella había vuelto, ya estaba con la cabeza fuera de casa, pensando en darse prisa porque tenía que marcharse.

La mesa puesta, con todo listo y al alcance de la mano para no tener que levantarse, llegaba en el momento en que los dos sentían la zozobra de tener tan poco tiempo para estar juntos, y casi no conseguían llevarse la cuchara a la boca de las ganas que tenían de estarse allí tomados de las manos.

Pero todavía no había terminado de filtrarse el café y él ya estaba junto a la bicicleta para ver si no faltaba nada. Se abrazaban. Parecía que sólo entonces Arturo se daba cuenta de lo suave y tibia que era su mujer. Pero cargaba al hombre la barra de la bici y bajaba con cuidado la escalera.

Elide lavaba los platos, miraba la casa de arriba a abajo, las cosas que había hecho su marido, meneando la cabeza. Ahora él corría por las calles oscuras, entre los escasos faroles, quizás ya había dejado atrás el gasómetro. Elide se acostaba, apagaba la luz. Desde su lado, corría una pierna hacia el lugar de su marido buscando su calor, pero advertía cada vez que donde ella dormía estaba más caliente, señal de que también Arturo había dormido allí, y eso la llenaba de una gran ternura."

Italo Calvino

domingo, 9 de septiembre de 2007

Feriado en el Mont Royal

Acá el día del trabajo es el 3 de septiembre. Este año fue lunes, y con Grazia aprovechamos para ir a entrenarnos (..bueno, a caminar) al Mont Royal, que es el mirador de la ciudad, el bosque, el escape..todo eso.

Canal Lachine

El domingo fui a pasear en bici por el Viejo Puerto y el Canal Lachine, ac algunas de las fotos.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Cumpleaños de Grazia

Hoy 31 de agosto fue el cumple de Grazia, fuimos a jugar al pool (por supuesto no emboqué ninguna). Después nos fuimos a tomar algo a un bar..y el disck jockey puso esta canción!! (..de la peli sobre Edith Piaf, y que suena cuando ella se encuentra con quien será su amor, Marcel).
Así se llama "Qué es lo que esperamos para ser felices?"..eso!!